“Es triste por el ámbito humano, el compañerismo que se ha formado, pero se necesita este cambio. A través de la tecnología del carbón se podía generar una energía que antes no se podía con otras tecnologías. Pero ahora, con el paso del tiempo, se entiende que no es necesario tener tanto carbón y podemos tener tecnologías más limpias, más verdes.”
Tal como lo explica este ingeniero, el cierre de Bocamina no es una determinación coyuntural, sino el resultado de un proyecto global que el Grupo Enel inició hace más de una década en diversos países del mundo. En el caso de Chile, la construcción de plantas con nuevas tecnologías renovables se remonta a 2006 con la construcción de Canela en la región de Coquimbo, el primer parque eólico industrial del país. La consolidación de este proceso fue en 2019 con el anuncio de un ambicioso plan para construir 2 GW en plantas renovables a 2022, es decir, más de 4 veces la capacidad instalada de Bocamina I y II. A fines de 2020 se actualizó la meta para llegar a 2.4 GW a 2023, de los cuales más de la mitad (1.3 GW) se comenzaron a construir entre 2019 y 2020.
Bocamina y la historia del carbón
Sin el carbón no habría sido posible la revolución industrial. Y, en el caso de Chile, la electrificación de sus ciudades y de industrias tales como el transporte ferroviario y fundiciones a partir de fines del siglo XIX. Lota, ubicada a solo unos kilómetros de Coronel, se posicionó rápidamente como la gran ciudad carbonífera del país. Pero este auge comenzó a decaer después de la década de los ’50.
Los vaivenes posteriores de la industria del carbón se pueden retratar a través de la historia de la central termoeléctrica Bocamina I. Esta planta fue inaugurada en los ‘70, cumpliendo un rol relevante en la generación eléctrica de esa década.
Jorge Moore ha dedicado 34 años de su vida a Bocamina y destaca la importancia de la central para la zona.
“El símbolo de Corfo era un engranaje y en el centro tenía una industria con una chimenea. Ese era el símbolo del progreso. Cuando llegó Bocamina I a Coronel fue un gran adelanto para la comunidad. Gran parte de la gente que trabajaba era de la zona y alrededor se movían muchos pequeños empresarios.”
A partir de los ’80 –y durante buena parte de su existencia- Bocamina ha cumplido una función estratégica de respaldo del sistema eléctrico nacional.
“Todos confiaban en que, si caía por sobreconsumo la red central, Bocamina siempre iba a estar disponible para empresas como Huachipato o ENAP, que no podían parar. Era un salvavidas”, recalca Jorge.
Más tarde ocurrirían dos hitos que revivieron la importancia del carbón en la generación de energía en Chile en pleno siglo XXI: primero fue la escasez hídrica del ’98 y ’99 que afectó a la generación hidroeléctrica y, más tarde, la suspensión de las exportaciones de gas argentino en 2008 que golpeó a la generación termoeléctrica a gas. No solo fue necesario priorizar la operación de Bocamina I, sino también la construcción de una segunda unidad.
Nuevos desafíos, nuevas generaciones
La obra de Bocamina II permitió incorporar nuevos estándares tecnológicos y medioambientales no solo a esa unidad, sino también a Bocamina I. Fue una etapa marcada por la llegada de nuevas generaciones.
“Bocamina II ayudó mucho a Bocamina I para entender cuál era el estándar de trabajo”, cuenta Eduardo sobre los cambios que ocurrieron en ese periodo, y agrega que “el equipo para mitigar las emisiones es prácticamente del mismo tamaño que la central misma”.
Mauricio Lagos, quien se incorporó a la central en 1996, también reflexiona al respecto. “Si de un día para otro a la gente le dices que si aumentan las emisiones por chimenea se va a detener la planta, siendo que para ellos siempre su foco fue generar y generar, no es un cambio fácil (pero) la gente hoy tiene un switch distinto, que se ha incorporado a través de los más nuevos”, asegura y enfatiza que “la gente no ve posible una operación sin un respeto medioambiental”.
En 2017 nuevamente se inició un cambio profundo, esta vez no solo tecnológico, sino más integral, incluyendo la mirada de sostenibilidad de la compañía en el territorio. Se invirtieron 200 millones de dólares en modernizar la central, junto con impulsar un nuevo plan de relacionamiento con las comunidades de Coronel, reconociendo brechas en los planes implementados en el pasado y estableciendo directrices basadas en metodologías medibles recomendadas internacionalmente.
Se construyeron los domos geodésicos más grandes de Sudamérica para el acopio de carbón, sistemas de abatimiento, sistemas de monitoreo continuo de emisiones con datos en línea disponibles en una plataforma abierta al público y filtros de última generación en el sistema de aducción de agua. Todo esto, articulado por una nueva cultura inspirada en el propósito de la compañía de impulsar el desarrollo sostenible.
Valeria Arancibia, ingeniera ambiental que lleva casi una década en la central, centa cómo ella colaboró para llevar esta nueva mirada a todos sus compañeros.
“Por ejemplo, cuando se estaban construyendo los domos, quienes armaban la estructura miraban solo lo que estaban construyendo. Pero yo les explicaba: ‘Esto es un proyecto de mejora ambiental. Usted está construyendo un domo que va a servir para encapsular y evitar la polución del polvo’.”
Sin dejar a nadie atrás
Hoy los protagonistas de estos testimonios, junto a todos sus compañeros de labores, viven un proceso de transición inédito en el sector energético. Enel se ha comprometido a reubicar en nuevas funciones a todos los trabajadores de Bocamina que deseen continuar en la compañía. Oportunidades no faltan: en su plan estratégico 2021-2023, la empresa –junto a sus filiales- anunció ambiciosas metas para seguir liderando una transición energética justa en Chile.
Destaca el objetivo de construir 2.4 GW en plantas solares, eólicas y geotérmicas para alcanzar una matriz con 77% de generación renovable y 0% carbón a 2023; avanzar en el plan para construir 1.200 puntos de carga para vehículos eléctricos de Arica a Punta Arenas; desarrollar el mercado del hidrógeno verde en Chile, incluyendo el primer proyecto de este tipo en el país –el joint venture HIF-, entre otras iniciativas.
“Hemos llevado adelante un proceso para acelerar una transición energética justa hacia una matriz más eficiente, económica y limpia, capaz de sostener el desarrollo del país y, a la vez, reducir su impacto sobre su entorno y el clima.”
Desde Coronel, Eduardo Alcalde complementa: “las energías renovables vienen y es lo que necesitamos que venga. Si bien esta tecnología (a base de carbón) fue lo mejor en su momento, ahora hay cosas mejores”.