Jaime Riveros tiene 47 años, 20 de los cuales lleva trabajando en el rubro del transporte público. Conoce desde las micros más antiguas, de distintos colores y tamaños, pasando por las amarillas del transporte público puesto en marcha en Santiago en 1991, hasta el Transantiago, que comenzó en el 2007. Está consciente de que está a la vanguardia, pues maneja los buses más modernos del sistema: Jaime está tras el volante de un bus eléctrico.
Este conductor tiene ascendencia microbusera. “En mi familia todos son empresarios de buses por parte de mi papá. Mis tíos también tenían máquinas en Maipú y uno siempre andaba ahí… conociendo, aprendiendo”.
Las micros son parte de su ADN. Las conoce desde su infancia. “Siempre estuve metido entre fierros, arreglándolos”, explica Riveros. Él no conducía –de hecho, recién comenzó a hacerlo hace tres años– cuando aprendió a manejar buses para pagar la educación de sus tres hijos.
“Antes prefería la tranquilidad de un taller entre tuercas y aceite. No me gustaba trabajar con plata, cortando boletos, me gustaba más trabajar desde el silencio”, cuenta Jaime.
Hoy maneja el bus eléctrico de la línea Metbus 516 (Maipú-Peñalolén), el cual sale del terminal Santa Ana todas las mañanas a las 6:00 a.m. Jaime llega siempre media hora antes para tomarse su tiempo con el desayuno. Es un hombre que sonríe mucho cuando habla y esa sonrisa es parte de sus labores diarias, “me gusta saludar a los pasajeros con un buen ánimo. Nosotros también somos parte de sus días”, explica Riveros.
Él dice que está feliz y no le cuesta contagiar su alegría. “Estos buses nos están entregando calidad de vida a los choferes y a los pasajeros. Entrar a uno ya te cambia la cara. Tienen aire acondicionado y no hacen ruido. Son callaítos, callaítos, y ya no me duele la cabeza”, explica Jaime.
“Además, en lo personal, me gusta la idea de aportar a un aire limpio, que nuestros nietos puedan respirar ese aire”, añade. Reconoce que el cambio de bus diésel a eléctrico ha sido una vuelta de 180 grados.