Nacido en 1452 en un pueblo cercano a Florencia, hijo ilegítimo de un hombre de la alta sociedad con una campesina, Leonardo di ser Piero Da Vinci, Leonardo Da Vinci o simplemente Leonardo, es considerado “El Hombre del Renacimiento”, uno de los más grandes pintores de la humanidad y un genio multidisciplinar.
Hoy, cinco siglos después de su muerte, su figura sigue inspirando a las nuevas generaciones, que buscan conocer más sobre este multifacético personaje.
Extraordinario polímata
Pintor, ingeniero, anatomista, arquitecto, botánico, escritor, filósofo, urbanista e inventor son parte de las profesiones que se vinculan a Leonardo Da Vinci. Entonces, ¿cómo definirlo? Según Ughette De Girolamo Del Mauro, Doctora en Historia del Arte de la Università degli Studi di Firenze, esa es una de las preguntas más interesantes en torno a su figura. “Fue un hombre de las artes y de las ciencias, que dedicó su vida a explorar varias esferas del conocimiento”, señala.
Era considerado un extraordinario polímata, es decir, una persona que puede realizar distintas disciplinas en profundidad. Y como él ninguno, en especial por la época en que vivió, donde había que ir más allá del común. Para Davide Bigoni, ingeniero civil de la Universitá di Bologna, Italia, “Leonardo era un gran genio visionario, que mediante el estudio de la naturaleza pudo proyectar distintas máquinas que hoy en día se llevaron a cabo”.
Una de sus frases célebres es “hay tres clases de personas: aquellas que ven, aquellas que ven lo que se les muestra y aquellas que no ven”. Él siempre consideró la vista como el sentido más importante, así podía aprender del mundo que lo rodeaba. Observando, siempre buscó ir más allá. Máquinas como el helicóptero, el tanque de guerra y el automóvil, son parte de sus inventos, que proyectó “en una época donde todavía no estaban las condiciones. Imaginó una serie de cosas que hoy tenemos en la cotidianidad. Esa inventiva que tuvo, centrada en muchas disciplinas, llama la atención”, destaca Del Mauro.
“El divino” Leonardo
Si bien Da Vinci se desempeñó en distintas actividades, ha sido históricamente relacionado con la pintura, y no por la cantidad de obras, sino que por la calidad técnica que hacen que ellas sean únicas. La Gioconda –popularmente conocida como “Mona Lisa”-, que se expone en el Louvre en París, y La Última Cena, que está en el convento dominico de Santa María delle Grazie en Milán, son sus dos cuadros más importantes, que lo sitúan como uno de los pintores más aclamados de la historia.
Sin embargo, su autoexigencia significó que muchas de sus pinturas fueran abandonadas por él. “No se sabe bien la razón, pero se dice que no las terminaba, porque no lograba la perfección que esperaba. Él aspiraba a la perfección divina. En el renacimiento, un gran artista italiano, Benvenuto Cellini, lo llamaba “el divino’ Leonardo”, explica Bigoni.
Para Del Mauro, La Última Cena es su obra maestra, donde, a pesar de haber tenido problemas con la técnica que experimentó mezclando el fresco con el óleo, logra la mejor versión de la perspectiva. “Creó la ilusión de tres dimensiones en una superficie plana. Es decir, empleó la perspectiva lineal de forma magistral. Además, realizó un estudio pictórico, filosófico y anatómico de los personajes basándose en las emociones humanas, para confeccionar las caras en cuanto a los estados de ánimo. Desde el punto de vista de la gran composición y emoción que causa, es más que cualquier otra obra”, señala.
Da Vinci tenía una afición con el cuerpo humano. Dibujó el Hombre de Vitruvio, que es considerado el canon de las proporciones humanas y símbolo de la simetría del cuerpo humano. También realizó dibujos basados en sus disecciones de cadáveres, lo que fue algo muy revolucionario en el rubro. Hasta hoy, sus dibujos se consideran muy precisos. “Estaba en el hospital de Santa María Nuova de Florencia y había un anciano que estaba muriendo. Él espera que muera para poder hacer el estudio de su cuerpo. Ahí descubre la arteriosclerosis. La gente tiene que haber entendido que Da Vinci era un aporte para la humanidad y le permitían hacerlo”, afirma Del Mauro.
Su legado 500 años después
Desde su muerte, han sido muchos los inventos que se han llevado a cabo en base a sus bosquejos e ideas, que realizó buscando dar soluciones a diversos temas, usando nada más que su imaginación, y que pasados cinco siglos no dejan de sorprender.
Da Vinci llevó sus aficiones al papel, quedándose más allá que tan solo una idea. Su afición por volar lo llevó a realizar distintas pruebas, sin éxito, pero dejando un importante legado. Su afición por el cuerpo humano le costó juicios públicos ligados a la necrofilia, pero permitió descubrir la arteriosclerosis. En el arte, logró que hasta hoy haya una gran cantidad de gente haciendo largas filas a diario para ver sus pinturas o algunos que pagan montos estratosféricos por tener parte de su obra en su poder. Eso es sinónimo de que su grandeza sigue viva en las personas 500 años después de su muerte.
Del Mauro comenta que “esa genialidad de nunca parar de experimentar para mejorar el conocimiento y calidad de vida de nosotros como especie es invaluable. Esa variedad de materias que se metió a estudiar, no lo hizo ningún otro genio, ni Albert Einstein ni Stephen Hawkins, es solo él hasta ahora”.
Para Bigoni, “Da Vinci es uno de los más grandes pintores y el ingeniero más grande que ha existido, siendo considerado la persona más famosa del mundo, solo después de Jesús”.