A más de cien kilómetros al oriente de Talca, en medio de un paisaje cordillerano, se encuentra una obra que ha sido testigo silencioso del paso del tiempo: la central hidroeléctrica Cipreses. Este año, cumple siete décadas de funcionamiento, y lo hace no solo como un hito energético, sino también como un símbolo de identidad para quienes vivieron a alrededor de la central.
Cipreses no es solo una central eléctrica. En su tiempo fue también un pueblo, un proyecto de vida, una comunidad. Entre sus muros y senderos hay historias de cientos de familias, como la de José Luis Canales, actual encargado de operación y mantenimiento, cuyo vínculo con la central se remonta tres generaciones atrás. Su padre y su abuela trabajaron allí, dejando una huella profunda que él hoy honra cada día.
"Volver a Cipreses fue volver a mi infancia", cuenta José Luis, con una mezcla de orgullo y nostalgia. Nacido y criado en un entorno en el que la montaña era el patio de juegos guarda recuerdos de veranos con actividades deportivas, carnavales y una vida comunitaria que hoy parece sacada de otro tiempo.
Cipreses llegó a tener viviendas para los trabajadores, una escuela, un teatro, canchas, una piscina, incluso una tenencia de Carabineros. Era un modelo de comunidad al alero del plan de electrificación nacional impulsado por Endesa en los años 50 y 60. Ese espíritu colectivo marcó la vida de generaciones que crecieron allí y que aún hoy se conectan a través de redes sociales, fotos antiguas y reuniones espontáneas.
Aunque en los años 90 muchas de sus instalaciones fueron desocupadas, parte del lugar fue reactivado más tarde para apoyar la construcción de la central Los Cóndores. Hoy, su valor va más allá de lo operativo. Cipreses representa un patrimonio arquitectónico y humano que Enel busca preservar, no solo por su historia, sino por el potencial que ofrece como punto de encuentro entre la memoria, la energía sustentable y el respeto por el entorno natural.
En sus 70 años, la central Cipreses se mantiene en pie como un testimonio vivo del desarrollo energético del país, pero también como un espacio cargado de emociones, recuerdos y raíces profundas. Su historia sigue fluyendo, como el agua que la alimenta, entre quienes alguna vez la llamaron hogar.